Oleadas de fuego en horizontes plagados de sueños, feminidad que asoma en sutiles océanos y llena el espacio de brasas, que invitan a los dedos a sumarse al juego.
Él:
Es una cascada de fuego,
Qué de tu cabeza desciende.
Son tus labios tersos,
Los que a mí alma encienden.
En el mar de tus ojos,
Quedo sumergida.
Y tu piel fina,
Digna de diosa divina.
Ella :
La mirada vagando en el trigo
tiñéndome de ocasos
que encienden de soles
mi boca, mi pelo, mis ojos marinos
Un oso envolviéndome
en un abrazo eterno
suave y cálido
de tierra y garras
abrigando mis hombros, mi torso, mi piel
La pradera envolviendo
como una madre
la vida de inquieta
de la villa, mi cuadra, mi casa
Él:
Átame a tu mirada que necesito ver desde tus ojos de escarcha. Y luego déjame escapar aún sabiendo tu secreto, ese que jamás quisiste desvelar. Amor, no tengas miedo a aflorar entre nudos imposibles de desatar.
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